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HISTORIA DE LA PRIMERA MONJA DE ANNOBÓN

FALLECE LA PRIMERA MONJA DE LA HISTORIA DE ANNOBÓN

 

        El pasado quince de febrero la comunidad annobonesa, en general, y en particular, la cristiana católica recibió la triste noticia del finamiento de Sor Rosalía Segorbe Nazaret, quien fue la primera monja de la historia de la isla de Annobón. Sor Rosalía, más conocida en la isla como Madjil (monja) Zäna Zêdel’u, muere a la edad de setenta y ocho años, en su domicilio de San Antonio de Palea, la ciudad que la vio nacer, dejando en vida dos hijos y doce nietos.

        Sor Rosalía Segorbe Nazaret fue hija de José Segorbe Domingo y de Josefa Nazaret Patxà; nace en San Antonio de Palea el 4 de septiembre del año 1934, es la quinta hija de los ocho que tuvieron sus padres. Desde muy temprana edad, en la adolescencia, empieza a enseñar a los niños el catecismo, colaborando con el padre Epifanio Doce y Miguel Zamora Loboch, conocido en el mundo literario como Maplal Loboch. Desde su etapa primaveral, su mayor sueño era ser monja cuando fuera mayor. Rosalía se traslada a Santa Isabel de Hungría; siendo joven se enamora de Santiago Bestué Bodj, un compañero en la loable tarea de la enseñanza del catecismo, con quien se casaría años más tarde; tuvieron dos hijos: Aquilino y Julia. Muere su marido a la edad de 29 años, cuando ella tenía 26. Tras el inesperado óbito de su esposo en 1960, decide cumplir con su sueño de la adolescencia. Decisión que no encontró traba alguna, sino apoyo moral del padre Epifanio Doce, Miguel Zamora Loboch y de sus padres, José y Josefa. Una vez tomada la determinación, el Padre Doce, toma cartas en el asunto y lo comunica en Santa Isabel. 

      En 1961 vuelve otra vez a la capital del país para cumplir su sueño, y es destinada a Basilé como novicia. Más tarde, siendo ya monja, ha sido destinada a ejercer en distintas congregaciones: Río Benito, Orfanato de Nkwe Fulan, Evinayong, y Mongomo. Cinco años después, en la parte insular, es destinada primero a Santa Teresita, donde estuvo un año; después fue a Bososo y al año siguiente, al Orfanato de Santa Isabel. En 1969, gracias a la intervención del padre Viña, le destinan al hospital de su Annobón natal, donde ejercería de enfermera hasta su jubilación. 

         Sor Rosalía Segorbe Nazaret, Misionera de la Inmaculada Concepción, fue la primera monja de la historia la isla de Annobón. Desde 1969 que fue destinada al hospital de la isla, según nos declaró en una entrevista en 2009, intentó abrir un internado para las chicas que desearan ser monjas, pero no tuvo éxito por falta de medios básicos, sumado a la frialdad de la Iglesia Católica en Guinea, y la de la congregación a la que pertenecía, así como el poco interés de las jóvenes annobonesas. En un primer momento, según decía, acudieron una ventena de chicas; más tarde abandonarían casi todas, quedándose unas pocas. “Entre algunas de las jóvenes que tuve en aquel intento se encuentran mi sobrina Sor Loreto Campanet Segorbe, Sor Evangelina Medina Zamora (nieta de Maplal Loboch), Sor Ceferina Laurel Castellón, sor Rosa Castellón Nach, etc. 

          En su biografía no hemos encontrado ningún antecedente escrito por ella: “No, no he escrito nada”, nos confesó. Lo que sí nos enseñó es un casi deteriorado rosario milagroso, el cual ha llamado “Mi rosario milagroso, con el que “He realizado varios milagros”. Cuando le preguntamos por los milagros a que hacía referencia, nos confesó que “Cuando una mujer tiene dificultades para parir y necesita ser operada, y como el hospital de Annobón no reunía las condiciones para intervenir, unido a la falta de medios de transporte para evacuarla a Malabo y ser sometida a la cesárea, pues cojo mi rosario, rezo a Dios y a la Inmaculada Madre, después deposito este rosario sobre el vientre de la embarazada y al instante pare sin dificultad alguna. También lo he empleado para curar otras enfermedades como epilepsia, heridas incurables, etc.
          Desde estas líneas, y en nuestro pecaminoso sendero, rogamos al Todopoderoso que acoja y guarde el alma de sor Rosalía en su seno. Amén.

                                                                                                                                                                                                               Por Nanay Menemol Ledjam 

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