cultura

Cuentos en el abaa El pueblo de los Guapos

Cuentos en el Abaá el pueblo de los guapos. Bueno, vamos a aclarar algo:

Primero, los cuentos en el Abaá es el libro que reúne la recopilación de narraciones tradicionales orales fang, mientras que el pueblo de los guapos es una de las historias que se encuentra dentro.

El escritor  del libro, cuentos en el Abaá es Manuel Fernández Magaz.  Dentro del prólogo del libro podemos leer lo siguiente: cuando un narrador fang comienza a relatar un cuento tradicional, invita a sus oyentes a que le presten atención. Sólo después que éstos manifiestan que están atentos, comienza la narración, con éstas o semejantes frases: narrador: EÑE ANGÁ BO NÁ… (y entonces sucedió .. .). Oyentes: AHI… (sí, vale, adelante, ánimo…).

Por tanto…, no voy a ser yo menos. Asique estaros atentos, y… Eñe angá bo ná

Que son los Cuentos en el Abaá

Los cuentos en el Abaá, en primer lugar, al ser una recopilación de cuentos tradicionales, son parte de la cultura de Ecuatoguineana, más en concreto, los Cuentos, las historias, narraciones en el Abaá son patrimonio de la cultura fang.

Por consiguiente ” Cuentos en el Abaá el pueblo de los guapos” es el mejor título que he encontrado para esta entrada. También la podría haberla llamado Narraciones en el Abaá el pueblo de los hermosos, bellos o atractivos, pero al final se ha quedado tal cual, Cuentos en el Abaá el pueblo de los guapos. jejeje

Pero… ¿Qué cuentos encontramos en el abaá ? 

En navidades os “regalaba”, una entrada con un, cuento annobones, en esta publicación, subo la apuesta, a dos cuentos y… también el libro, para guardar.

EL libro cuenta con una recopilación de cuarenta y un (41) cuento. De los cuales son relativamente pocos los que comienzan por el consabido. « Érase una vez… ».  La mayoría de los cuentos en el abaá, con pocas palabras nos sitúan en el cuándo y dónde de los acontecimientos. En breves y vivas pinceladas, presentan los protagonistas y sus circunstancias determinantes.

¿Cuáles son los cuentos que encontramos en el libro? 

  • Odjáa Sima y el Ze Mintzón.
  • Muerte del monstruo asesino.
  • El héroe Mbogo Nsogo
  • Nkut y Oteteñ
  • Edjan Evuna
  • Adjaba Edjo
  • El pueblo de los guapos
  • La niña previsora
  • El joven Akudzarna
  • Mbá el aventurero
  • El bosque del brujo
  • La mujer de Ndjambu
  • Otum-Taha
  • El Dios de la montaña
  • Ugula
  • El astuto Negué Esaboy
  • Voy cargado con una montaña
  • Anita y los elefantes
  • Los cuatro ignorantes
  • El tigre y la tortuga
  • Astucia de la tortuga
  • Victoria de la tortuga
  • El tigre y el cordero (Nzée ya Ekelá)
  • La astucia vence a la fuerza
  • La tortuga y el tigre
  • El elefante y la tortuga
  • El tigre y la tortuga se disputan una cabritilla
  • El tigre, el perro y la oveja
  • El mosquito y el elefante
  • La tortuga justiciera
  • La araña y el camaleón
  • La serpiente Bidja
  • El antilopín desobediente
  • El tucán, el gorrión y la paloma
  • El gorila astuto
  • La boa y el antílope
  • Mal por bien
  • Premio y castigo
  • La cadena mágica
  • La ballesta de Engono Mbá
  • La escopeta mágica

 ANÁLISIS de uno de los CUENTOS en el Abaá

ilustración de un cuento
ilustración del cuento Odjaa Sima

Para que todos los lectores vayáis haciendo boca, de la lectura que os espera si os atrevéis a leer el libro, a continuación, vamos a estudiar, muy brevemente, una de las dos narraciones del Abaá de Guinea Ecuatorial que he seleccionado: El pueblo de los guapos.

El Pueblo de los Guapos, la sinopsis.

En esta primera historia, seleccionada por mì, se nos presenta a un hombre rechazado por su pueblo solo por su aspecto físico. A mi particularmente, en muchos aspectos me recuerda al cuento europeo, la princesa y el sapo de los hermanos grimm .

El pueblo de los guapos, es un cuento que como argumento central presenta el motivo de la transformación de seres feos en guapos. 

 

La narración del pueblo de los guapos.

El resumen de la historia del pueblo de los guapos muestra está organización:

Un hombre feo y maltrecho vive apartado de una comunidad constituida por hombres guapos. En este pueblo existe la prohibición de no acoger a nadie que no sea de estas características.  La sobrina de la víctima le lleva a escondida hasta su casa, ofreciéndole sus cuidados.

Es más, el hombre feo tendrá que mantenerse en silencio para no ser descubierto, pero a instancias de la sobrina se descubre al marido de ésta. Se entera el pueblo y todos sus habitantes, incluida la sobrina, se mudan a otro lugar (Estructura cíclica). En el transcurso de este tiempo un extraño hombre transformará a la víctima en un ser hermoso, con lo cual definitivamente podrá reunirse con sus antiguos agresores (Estructura ascendente).

Diferentes estructuras para Cuentos en el Abaá el pueblo de los guapos.

Como ya sabéis la diferencia que hay en la frase, ” Cuentos en el Abaá el pueblo de los guapos.” continuamos con la estructura del cuento, dejando olvidado eso de… Cuentos en el Abaá el pueblo de los guapos.

En primer lugar, estos se relacionan por contraste; el conflicto que desarrollan arranca por la belleza o fealdad de los héroes.

Además, en este cuento la reiteración adquiere un valor intensificador o como modo de potenciar o acentuar lo enunciado.

La prohibición de no dejarse ver por nadie queda subrayada por la reiteración:

– Permanecerás escondido en este escondrijo sin hablar con nadie, y sin que nadie te vea (…) Pero cuidado, que nadie te vea, ni siquiera mi marido.

CONCLUSIÓN las formas de apertura de inicio y cierre.

Una característica muy interesante del cuento fang (del cuento africano mayoritariamente) es las forma de apertura de inicio y cierre de los cuentos y narraciones tradicionales.

Si buscas el comienzo “Erase una vez” en los inicios de cada cuentos, rápidamente notaras  que no existe. 

Generalmente el inicio es sustituido por otras formulas de construcción impersonal con verbo “hacer” o determinantes indefinidos procedidos de sintagmas circunstanciales. En los cierres no siempre se advierte el estado final de felicidad de los héroes con el “Vivieron felices“.  El cuento puede acabar sin ninguna marca de este índole, con una explicación del narrador sobre un hecho del narrador sobre un hecho de la narración o con una moraleja.

Y para finalizar, como ya he dicho al comienzo les dejo más abajo el libro para que lo guarden,  también los dos relatos para que lo disfruten y…, si quieren también, nos comenten el cuento que hemos analizado titulado :

CUENTOS EN EL ABAÁ

- Autor: Manuel Fernández Magaz
- Ilustraciones: Mª Cruz Boudet García
- Edita: Centro Cultural Hispano-Guineano
- Año: 1987
- Páginas: 152

El Pueblo de los Feos


Hace muchos años, en cierto poblado, todos sus habitantes, hombres y mujeres, pequeños y mayores, todos eran «guapos» : No había ni se admitía a ningún feo.

Cierta mujer de ese poblado tenia un tío de aspecto asqueroso y repugnante, lleno de sarna y tiñas de arriba abajo, y los pies que apenas podía. desplazarse de un lugar a otro. Por si esto fuera poco, despedía olores tan penetrantes y nauseabundos que no se podía soportar a varios metros de distancia. En resumen, constituía una auténtica calamidad.

A pesar de tanta pestilencia, la sobrina amaba tiernamente a su tío y quería, por todos los medios, curarlo. Pero ¿Cómo introducirlo en el poblado cuando estaba tremendamente prohibida la entrada de ningún feo?.

Aprovechando la obscuridad de la noche, con solas las estrellas por testigos, metió al repulsivo tío bajo montones de leña, detrás de la añosa cocina. Mientras lo ocultaba cuidadosamente, le habló de este modo:

– Permanecerás escondido en este escondrijo sin hablar con nadie, y sin que nadie te vea; yo atenderé tus comidas, te bañaré a diario y curaré tus heridas. Pero, cuidado, que nadie te vea, ni siquiera mi marido.

Quedó conforme el lastimoso tío; su sobrina lo cuidaba con solicitud; y el marido de ésta permanecía ajeno a la presencia del nuevo huésped.

Cierta mañana, el esposo de la caritativa sobrina salió, precipitadamente, sin desayunar a inspeccionar las trampas.

De regreso· a casa, sintió las molestias del hambre y registró la cocina por si su mujer le hubiese dejado algo de comida: plátano, envuelto de cacahuete, yuca… Como no encontrase nada, se hizo esta reflexión, en voz alta:

– ¿Dónde me habrá dejado mi mujer la comida?

Una voz proveniente del rimero de leña le indicó:

– Mi sobrina te ha guardado la comida en el armario.

Absorto por la inesperada y extraña voz, preguntó intrigado:

– ¿Quién es el que me habla?

– Te he dicho -replicó la oculta voz- que mi sobrina te ha guardado la comida en el armario.

No cabía ya duda. La voz procedía de la pila de leña. Allí se dirigió el hambriento buscador. Empezó a remover troncos, ramas, hojarascas… y allá, al fondo, apareció la figura horrible de lo que parecía un ser humano.

Sin osar acercarse a él, le ordenó que avanzase hasta la mitad del patio del poblado, para que se convirtiese en el blanco de las atónitas miradas de todos los habitantes. Cuantos pasaban, a cierta distancia, hombres, mujeres, niños y niñas, exclamaban:

«Mengue » -así se llamaba la mujer caritativa- tú sabias bien que te casaste en un poblado donde todos somos guapos y sanos; tú, en cambio, has traído a tu sarnoso, repugnante y feúcho tío, quédate aquí con él.

Y uno tras otro, todos los habitantes fueron abandonando el poblado. Cuál no fue el dolor de la compasiva sobrina cuando, al regresar de la finca, se encontró con su tío en medio del patio y la larga fila de «intocables guapos» fugitivos. Ella misma pronunció palabras conjuradoras y se enfiló con los que huían del lugar, para fijar su morada lejos, muy lejos de los feos.

El solitario enfermo, casi a rastras, comenzó a recorrer el poblado, casa tras casa, en busca de algo que comer.

A duras penas encontró unas yucas, algunos envueltos de cacahuetes y media docena de plátanos cocidos. Cargó con ellos, como pudo, y regresó a la casa de su sobrina.

Después de saciar el hambre de varios días, se acostó más tranquilo que de costumbre, sin temor de que los «guapos» le molestasen; pero más preocupado por su futuro, pues le faltaban los cuidados de su solicita sobrina.

A eso de medianoche, cuando las estrellas centellean más en el manto de la noche y cuando el silencio de la selva se va haciendo sonoro a los más leves sones, una luz vivísima hirió los párpados de nuestro contrahecho enfermo.

Despertó sobresaltado; pero no osó moverse, tal era el miedo que le había entrado.

La voz suave y apaciguadora de un desconocido derramó en sus oídos el bálsamo pacificador de la palabra.
Levántate enseguida; -dijo.
Mi enfermedad me……

Sin dejarle concluir la respuesta, replicó el desconocido:

– Te he dicho y te repito que te levantes.

En un esfuerzo sobrehumano, se incorporó el que fuera abandonado por su feura.

– A la salida del poblado -dijo el aparecido- hay una grácil palmera; tenemos que llegarnos hasta ella.

El extraño desconocido, con la lámpara de bosque alejaba las sombras del sendero; detrás, machete en mano, el contrahecho arrastraba su fealdad. Llegados al pie de la palmera, ordenó el aparecido:

– Sube y corta el racimo de dátiles.

– No puedo subir, porque .

Tampoco ahora le dejó concluir la frase y con voz que resonó en el silencio de los bambúes le intimidó de este modo.

– Te he dicho que subas y cortes el fruto de la gratificante palmera. Cuando esté cayendo, pondrás tu cabeza debajo, sin tener miedo a las punzantes espinas y a los animalitos que en él se guarecen.

Estas autoritarias palabras consiguieron que el enfermo sacara fuerzas de flaqueza. Trepó, como pudo, tallo arriba.

Cortó el ubérrimo racimo, que cayó amenazante sobre su portentosa cabeza. En vez del temido descalabro, el hombre enfermo, feo, contrahecho y ulceroso se transformó misteriosamente en hombre sano y más «guapo» que ninguno de los que le habían despreciado.

Ahora podía ir en busca de los fugitivos «guapos»; podría vivir con ellos; casarse con la mujer más hermosa: así lo hizo.
Cuando llegó al nuevo poblado de los «guapos», nadie daba crédito al relato de su transformación, ni creían que fuera el mismo que habían despreciado. Sólo después ele recordarles circunstancias y lugares, pudo convencerlos de que la paciencia todo lo alcanza y que lo último que hay que perder en está vida es la esperanza.

La tribu Efac penetró en Guinea, hace siglos, por las fronteras de Ebiberyín y de Mongomo. Poco a poco, como una mancha de aceite, fue mezclándose con las otras tribus del país, quedando los núcleos principales en los distritos antes mencionados.

Adjaba Edjo, ya desde pequeño, capitaneando a los niños y adolescentes del poblado dio muestras de lo que iba a ser más tarde.

A sus cuarenta años era todo un hombre: apuesto, de cabeza proporcionada, pelo negro y ensortijado, frente ancha y despejada, ojos negros como la noche y brillantes como dos estrellas, nariz entre dos extremos, más bien ancha, dientes blancos como la espuma del mar, torso robusto y bien proporcionado, brazos y piernas aptos para la lucha y la fatiga; en una palabra, físicamente, reunía las cualidades del héroe.

Era inteligente, con mediana cultura, y adiestrado en las artes de la guerra; de natural bondadoso y acogedor. Cuantos acudían a él, fuesen o no familiares, en demanda de ayuda experimentaban los efectos de su bondad. Por todo ello, era respetado y escuchado de sus vecinos.

En cierta ocasión, una tribu nómada avanzaba saqueando y asolando poblados. El eco de las tumbas alertó al poblado de Adjaba Edjo del peligro que corría. Entonces los ancianos acudieron a Adjaba Edjo y le dijeron:

- Varias personas armadas con escopetas, flechas y machetes se acercan e intentan apoderarse del poblado. Te nombramos jefe, para que organices la defensa.

- Acepto vuestro ruego -respondió Adjaba Edjo- si cumplís con lo que os voy a pedir.

Así lo prometieron. Inmediatamente, el nuevo jefe ordenó reunir a los enfermos, niños, ancianos y mujeres y rogó que las protegieran en casas construidas con cortezas del Oñang, resistentes a las aceradas lanzas y a las flechas envenenadas. Metieron comida y agua suficiente para los días que podría durar el asedio.

Doce hombres de los más valientes quedarían allí custodiando esos tesoros vivientes, que eran los que más amaban y valían. Adjaba Edjo al frente de los demás hombres, capaces de luchar, se escondieron a ambos lados del camino por donde penetraría el enemigo. Sonaron varios disparos de los invasores; aladas flechas cruzaban los aires y se clavaban en troncos y ramas de los árboles. El no encontrar abierta resistencia les hacía sospechar.<7br>

La orden que Adjaba Ejdo había dado a los suyos era: Dejad que el enemigo agote la pólvora y las flechas y luego caed sobre ellos y hacedlos prisioneros. Sus previsiones se cumplieron. A una señal convenida, los que estaban en el poblado y los emboscados cayeron sobre los desprovistos atacantes y los derrotaron completamente.

Fue indescriptible la alegría con que enfermos, niños, ancianos y mujeres recibieron a los vencedores. Los regocijos por l a victoria, a los que se asociaron muchos poblados vecinos, duraron varios días. El nombre de ADJABA EDJO entró en el catálogo de los inmortales de Guinea Ecuatorial.

 

Un comentario en «Cuentos en el abaa El pueblo de los Guapos»

  • Hola Menejo P. Muchas gracias por este artículo !
    Me ha llevado a momentos realmente inolvidables: la respuesta al narrador,al inicio de los cuentos es:”YAA”….(no Ah…)
    Que uno no guineoecuatoriano haya publicado algo tradicional nuestro es un claro indicio de que nuestra cultura es Oral y no escrita. Animo a los paisanos que escriben a que lo sigan haciendo. Al tener una cultura Oral, estamos perdiendo la mayoría de nuestra rica e inigualable sabiduría… Muchísimas gracias !!

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